En cada uno de los 75 tomos se guardan, a simple vista, las páginas amarillentas de un periódico impreso escrito a cuatro columnas, con dos o tres notas por página y fotos en escala de grises; dentro, en las líneas, en lo profundo, está la información generada por un equipo de trabajo que arrancó lleno de expectativas y sueños.
El papel guardado huele a viejo, a historia contada, a veces a historia cíclica, los titulares: “Nada hace la policía para frenar y aclarar los asaltos bancarios”, “Capturan a secuestradores de Santa Ana Tlapaltitlán”, “Canacintra y Coparmex a favor de que el candidato a gobernador sea oriundo”, “El peor invierno de los últimos años congela al Valle de Toluca”, parecen recién concebidos, como si fuera hoy mismo cuando se trabajó, revisó e imprimió el primer número.
La inseguridad, el caos vial, la tala clandestina y la nota roja son testigos del paso del tiempo, temas trascendentales en el momento cuya búsqueda y construcción sintáctica fueron la forma de vida de quienes recopilaron, resumieron e interpretaron la información.
En el periódico se asoma la declaración de principios; un número uno con un flamante editorial: “No pretendemos inventar el hilo negro ni colocarnos manto de mandarín, toga de gurú, maestro o guías […] pretendemos ejercer un periodismo sin caretas ni manipulaciones económicas, políticas o de cualquier índole. Pretendemos elaborar y entregar un producto veraz, confiable, de calidad. Pretendemos ejercer la libertad de expresión y el derecho a la información, como un servicio social, con entera libertad y responsabilidad”.
Difíciles y ambiciosos objetivos planteados por quienes decidieron llevar a cabo este proyecto, elegidos todos por sus méritos, escribe J. Antonio G. Huicochea en la columna de este primer número, “Cambio, periodismo a la vieja escuela”… Un director que ofreciera la capacidad de conducción: Antonio García Rojas; un gerente que estuviera a la altura de la dirección: Hugo Miranda; jóvenes que representaban el presente y el futuro de la profesión: Mario García Huicochea, María de la Luz González Segura, Mariel Álvarez, Felipe Pérez Ávila, Rosalío Reyes y Mario Mendoza.
El semanario de entonces tenía la intención de aprovechar un recurso “tan olvidado y tan rico: el reportaje “[…] temas comunes de impacto a la sociedad [eran] la premisa de quienes abordamos esta nave”, y así se hizo, número tras número.
En el número 2,350, la historia recomenzó; el 1 de octubre de 2007 se realizó un nuevo número 1: Alfa. El nuevo cambio. Mario A. Huicochea asumió la dirección general. Un nuevo nombre, un nuevo formato, la misma pasión y la misma búsqueda por ofrecer al lector la versión más completa posible de los hechos, la pervivencia del “periodismo a la vieja escuela”.
Las pastas rojas gruesas guardan ejemplares impresos hasta 2012, surge Alfa Diario como el primer medio electrónico en Toluca; el contenido de la columna de Antonio Huicochea se mantiene como principio: “Con certeza habrá momentos amargos y difíciles, pero estos obstáculos tendrán que ser sorteados con la experiencia, juventud, categoría, trayectoria, honestidad y pujanza…”
El oficio del periodismo no cabe en 75 tomos empastados, tampoco en la web ni en las redes; el oficio del periodismo nace, crece y se consolida; se aprende día con día; es resultado de procesos, buenos y malos; de relaciones, exitosas y fallidas; de errores y aciertos, de censura y libertad, pero en especial de pasión, de la búsqueda constante por contribuir, cada momento, al mejoramiento de una sociedad de la que, a su vez, el periodista forma parte.
Asumir el periodismo como forma de vida implica inteligencia y sagacidad, análisis y crítica y -especialmente en estos tiempos- valentía y coraje, es un oficio difícil pero satisfactorio, porque nada es más importante que saberse parte activa de una sociedad a la cual se le puede aportar algo.
Por las pastas rojas, la información, la participación y la verdad; por lo años y la pasión. Larga vida a AD.